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Obsolescencia programada: Re-pensando a Bauman, por Enrique Meza


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Obsolescencia programada: Re-pensando a Bauman

 Enrique Meza [1]

 El presente trabajo se propone reflexionar sobre algunas ideas de este prolífico intelectual -recientemente fallecido- a partir del visionado de un documental (“Frágil Equilibrio”), en el que se despliegan –en imagen y en movimiento- algunos temas destacados del pensamiento del autor.

Acerca de Bauman

De origen polaco-judío y proveniente de una familia humilde, Bauman debe escapar de Polonia cuando esta es invadida por la Alemania nazi en 1939. Su familia se traslada a la Unión Soviética y es entonces cuando se alista en el ejército polaco, controlado por los soviéticos, con 19 años. Tiempo después regresa a Polonia y estudia Sociología en la Academia de Ciencias Sociales y Políticas de Varsovia. Posteriormente fue profesor de dicha universidad, a la par que militó en el Partido Comunista. En 1968 debe abandonar Polonia a causa de la política antisemita del gobierno de la época. Tuvo que renunciar a la nacionalidad polaca para poder salir del país. Enseñó sociología en Israel, Estados Unidos y Canadá, antes de afincarse en Inglaterra, donde desde 1971 ejerció docencia en la Universidad de Leeds y fue jefe de departamento. Sociólogo y filósofo de profesión, Zygmunt Bauman comienza su actividad como ensayista en los años 50 del pasado siglo. En su extensa obra (57 libros y más de 100 ensayos) aborda temas como el consumismo, la identidad, la modernidad y la postmodernidad, las clases sociales, la globalización, los nuevos marginados, los vínculos afectivos en el marco de la “modernidad líquida”, el arte, la vigilancia, entre muchos otros. A contar de los años 90, ejerció una gran influencia en el movimiento antiglobalización. En 2010 recibió el premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades, junto al sociólogo Alain Touraine. Hizo críticas públicas al sionismo y a Israel, comparando la barrera de Cisjordania con las paredes del gueto de Varsovia. No fue sino a partir de su libro más famoso “Modernidad y Holocausto” (1998), cuando comenzó a ganar notoriedad fuera de los círculos académicos. En dicho libro, Bauman esgrime que el holocausto debe ser visto como una consecuencia lógica de la civilización moderna, en el sentido de una ingeniería social a gran escala (procedimientos racionales, división del trabajo, categorización). A partir del momento en que se centra en la crítica a la modernidad, Bauman inaugura una serie de libros donde amplía sus ideas, con especial énfasis en la consideración acerca de la “Modernidad Líquida”. Una consecuencia inevitable de la modernidad, es dejar como resultado desechos materiales así como “residuos humanos”, producto de las migraciones y la globalización. El trabajo asoma para el autor, como un campo de batalla por imponer el control y la subordinación. El cambio social –para el autor- sería posible y necesario, una vez comprendidas las relaciones entre la sociedad sólida (seguridad, contenidos y valores) y la sociedad líquida (movilidad, incertidumbre y valores relativos). En la estética del consumo, quienes concentran la riqueza pasan a ser objetos de adoración y los nuevos pobres son incapaces de acceder al consumo y la novedad del sistema capitalista. En la modernidad líquida, las identidades cambian constantemente de forma (una constante fragilidad), siendo la búsqueda de identidad la tarea y responsabilidad vital del individuo. La modernidad líquida “obliga” al sujeto a hacerse con una identidad flexible que le permita sortear los cambios constantes que aparecen en los diferentes escenarios (laborales, afectivos, tecnológicos). Abocados a una constante inconclusión. Otros temas en los que profundiza tienen que ver con la desintegración de las sociedades colectivas, los cambios impuestos por la globalización, el imperialismo de los “mercados” en connivencia con los gobiernos neoliberales. Con el auge de las redes sociales y todos los cambios sociales y tecnológicos, predominan unas identidades frágiles, permeables, que oscilan con las tendencias que marca el consumismo. Es en esta fragilidad y dependencia del Otro donde Bauman ve la esperanza de creación de una conciencia colectiva donde los intereses individuales estén en sintonía con el bien común (1).

Acerca de “Frágil Equilibrio”

Frágil Equilibrio es un documental dirigido por Guillermo García López, en el que se muestran tres situaciones que ocurren actualmente en distintos lugares del mundo, matizadas con reflexiones (tanto en off como en cámara) del expresidente de Uruguay, José Mujica. Es, en síntesis, una propuesta de reflexión amplia sobre el actual “estado de la cuestión” en asuntos como la globalización, la precariedad de los vínculos, el consumismo, los marginados sociales, la violencia y la desigualdad, entre otros. Tres situaciones, en tres continentes distintos: Un ejecutivo japonés en Tokyo al borde del suicidio (su vida consiste en trabajar casi sin descanso… y sin sentido); una comunidad subsahariana en el Monte Gurugú, a la espera de saltar la valla de Melilla para llegar a Europa, y una familia en Madrid que acaba siendo desahuciada de su propio hogar (2).

Tres historias de la modernidad líquida

En términos generales, el documental presenta unas vidas al “límite”, inmersas -cada una de un modo diferente- en lo que Bauman llama “modernidad líquida”: un constante cambio donde todo es transitorio, imprevisible, incierto y eventualmente desechable, donde el miedo predominante no es ya el miedo a la muerte, sino el miedo a convertirse en desecho (humano) en una constante aparición de lo “nuevo” y un presente sin fin, donde no hay futuro ni pasado. La “presentificación” que busca el consumo de experiencias y el descarte de lo que “ya no sirve”. Las tres historias del documental –si bien se desarrollan en espacios separados- tienen como denominador común la fractura entre el sujeto y su entorno.

La “historia del ejecutivo japonés”, muestra –desde mi punto de vista- a un trabajador bien pagado, que puede participar de la “orgía” del consumo: puede comprar muchas cosas –innecesarias, muchas de ellas-, pero carece de tiempo para disfrutarlas (una suerte de hedonismo fugaz, donde el acto de la compra ocurre antes siquiera de que emerja el deseo). Ha comprado hace años un coche que prácticamente ha estado aparcado en un garaje. Si bien en un sentido aparece como un “triunfador” dentro del “mundo líquido”, rápidamente se percibe un tono asfixiante en su modo de vida: aislado, en un camino-sin-salida que le lleva a pensar en quitarse la vida. Es una persona sin redes afectivas sólidas ni tiempo para hacer otra cosa que no sea trabajar. Una suerte de “grito en silencio” comienza a aparecer en pantalla: las imágenes de ejecutivos tirados en las calles de Tokyo por las noches (¿posiblemente no han “alcanzado” a llegar a casa?, aunque en otro sentido –metafórico o real- parece que no tienen casa en absoluto).

La siguiente situación descrita en el documental, representa –para mí- la “otra cara de la moneda”: una familia en Madrid que es desalojada por la policía. Los “nuevos pobres” de los que habla Bauman. Las nuevas clases sociales que la modernidad líquida va condenando sistemáticamente al “vertedero”. En una dinámica de silenciosa clasificación social, existen personas a las que –bien desde un inicio, bien por el sistema de clasificación posterior- les es “prohibido” acceder a los beneficios de la globalización y el consumo. La policía ejecuta una orden de desahucio porque las personas que allí viven –trabajadores que han perdido sus empleos- han dejado de pagar la hipoteca al banco. Así de simple. De una manera distinta a los ejecutivos de Tokyo, “han perdido el tren”. Ese tren que –dirá Bauman- se mueve a tal velocidad que vuelve imposible que los que han sido arrojados, puedan correr a alcanzarlo. Pero parece que el tren…

… Ha emprendido un viaje hacia ningún sitio

La historia de los inmigrantes subsaharianos que intentan atravesar la vigilada frontera de Europa con el tercer mundo y su lucha heroica por no volver atrás (algunos han jurado a sus madres no volver atrás, hasta alcanzar su meta) conecta con los textos de Bauman acerca de los refugiados y los inmigrantes pobres que intentan entrar en el “mundo feliz”: los muros, de los que habla Bauman, están ahí para impedir el acceso. El espacio social de la modernidad líquida y sus sistemas de exclusión, se caracterizan por un modelo de vigilancia que Bauman denomina “post-panóptico” y que da cuenta (a diferencia del modelo panóptico de Foucault) de unos vigilantes “invisibles” y “ubicuos”, diferentes a los modelos de las cárceles donde “el vigilante” está presente. Las conexiones con viejas formas de segregación, son inevitables: el modelo del campo de concentración es visto por Bauman como un diseño que ha tendido a ser reproducido en el tránsito de los migrantes de las guerras de Medio Oriente que intentan alcanzar Europa. El viejo continente, aliado ya con las políticas de la OTAN y del Nuevo Orden Mundial (del que profusamente habla Chomsky), les deniega el acceso. Quedan, pues, en “tierra de nadie”. Desechos de la globalización.

En un mundo “sin límites” (para unos pocos) pero rodeado de muros y fronteras (para unos muchos) Bauman se pregunta por la concentración del poder y la riqueza en manos del 1% de la población (tema del que trata extensamente Joseph Stiglitz, premio Nobel de Economía en 2001) y la viabilidad de un modelo tan excluyente e hiper-concentrado. Sostiene que los Estado-Nación han perdido capacidad de gobernabilidad frente al poder mundial que acaparan las empresas multinacionales.

Modernidad líquida y Salud Mental

La mantención de unas constantes de seguridad y permanencia en la vida de las personas, permitirían no sólo la trazabilidad de proyectos de vida sostenibles y sin efectos adversos en la salud mental, sino la sostenibilidad de la vida misma. La caída y “rescate” -por parte de la llamada “troika”- de la economía griega ha tenido un impacto fuerte en la salud mental en Grecia, donde han aumentado exponencialmente las tasas de suicidio (4). En España se ha disparado el consumo de ansiolíticos y antidepresivos desde el inicio de la crisis en 2007 (5). La riqueza de los altos ejecutivos se ha disparado en términos exponenciales desde el comienzo de dicha crisis económica y el rescate a los bancos. Chile, uno de los países más capitalistas del mundo y el primer país en donde se implementó la llamada “Doctrina del Shock”, muestra uno de los peores indicadores de salud mental en países OCDE (6).

En un mundo globalizado, las interacciones entre el micro-mundo y el macro-mundo merecen ser re-pensadas. Las repercusiones de las crisis económicas, los efectos de las migraciones y el fantasma de la amenaza terrorista que se ciernen sobre Europa, la precarización de las condiciones laborales, los tratados internacionales que promueven el fin de la jurisdicción nacional, por no hablar de la cultura de “redes”, pérdida de comunidad y pertenencia, con el progresivo desgaste sobre las identidades de los sujetos, podrían hacernos pensar hoy más que nunca en los efectos de estas presiones sobre los individuos, los grupos y las instituciones. La violencia psíquica -una vez que el esquema de dominación y vigilancia ha sido internalizado por los individuos- e institucional -dirá Bauman- terminan operando de un modo en que el vigilante y vigilado conviven en una misma persona. La pérdida de identidad, hace que seamos “presa fácil” de identidades alienantes, como las que ofrecen las grandes marcas, o las “comunidades de amigos” virtuales, cuya amistad, mayoritariamente –dirá Bauman- perderemos en cuanto tengamos alguna aflicción “real”.

El esquema de “fecha de caducidad” que plantea el sistema de elecciones que se hacen en un supermercado respecto a productos más o menos necesarios, no puede ser homologado a nuestra relación con la naturaleza y con los seres humanos. Básicamente por una cuestión de sostenibilidad. Mujica dirá que la crisis ecológica es una crisis del modelo de vida. Bauman sostiene que si no cambiamos de rumbo, tendremos importantes problemas en todos los ámbitos.

El Macro-encuadre: Una reflexión y muchas preguntas para Bauman

La cuestión del “orden mundial”, la modernidad líquida y su imposición en casi todos los ámbitos, llevan a pensar en el marco del tiempo y las formas de relación propias del capitalismo y su implementación en los diferentes ámbitos en que nos desenvolvemos (Mujica dirá que lo más valioso que tenemos es el tiempo). La “lógica del crecimiento” y de la acumulación de beneficios, y/o la posibilidad de crear mundos fuera del macro-encuadre. Espacios en que haya cabida para “instituir” o hacer brecha en el sistema-de-pensamiento-único. Salir del espacio-tiempo donde se ejecutan rituales sin “arraigo” personal.

Si el sistema-de-pensamiento-único propone o impone estas formas de relación, con el sentido de “crecer”: ¿Quién crece? ¿A quién beneficia este “crecimiento” si no hay reparto?

¿Se trata de un ideal que nos empuja a creer que hay que “crecer” pero en realidad nunca se llega, porque las metas se desplazan constantemente, como señala Bauman?

¿Cuáles son las fronteras y muros del “orden del mundo actual” y cómo transitar por ellas sin ser víctima pasiva de sus formas de violencia y repetición, cómplice activo o testigo impotente? ¿Qué podemos decir y expresar en relación a lo que nos rodea y lo que hemos internalizado y/o proyectado?

¿Qué es la salud? ¿La salud tiene algo que ver con todo esto? ¿Hay espacio para otras miradas? ¿Cuántas enfermedades psíquicas están relacionadas a este modelo de modernidad “líquida”?

Últimas palabras

“Frágil equilibrio” nos muestra las vidas de unos seres humanos ausentes, perdidos, desarraigados, que huyen, que no tienen comunidad, en un mundo instituido de un modo caótico, loco, alienante. Unos van -pareciera que dejando algo atrás- en un viaje sin itinerario. Algunos y algunas -si bien parecían haber cumplido con las reglas que “el sistema” les ofrecía para una vida satisfactoria- o “no han llegado” o, en palabras de Bauman, son como “turistas” -están de paso- sin terminar de llegar a un lugar cierto. Vienen o van. En un mundo en permanente “deconstrucción”, no se sabe hacia dónde. Las relaciones humanas, el sujeto y su identidad, aparecen amenazados por la fragilidad, el cambio, la pérdida de continuidad, la novedad, la obsolescencia.

BIBLIOGRAFÍA

BAUMAN, Zygmunt: Amor líquido. Acerca de la fragilidad de los vínculos humanos. Fondo de Cultura Económica. Argentina, 2005.

BAUMAN, Zygmunt: Arte, ¿líquido?. Sequitur. Madrid, 2007.

BAUMAN, Zygmunt: ¿La riqueza de unos pocos nos beneficia a todos?. Paidós. Buenos Aires, 2014.

BAUMAN, Zygmunt: Vidas desperdiciadas. La modernidad y sus parias. Paidós. Buenos Aires, 2005

BAUMAN, Zygmunt: Vida líquida. Buenos Aires. Paidós, 2007.

BAUMAN, Zygmunt: Vigilancia Líquida. Paidós Ibérica, 2013.

En Internet:

 


 

 [1] Enrique Meza es Psicólogo, Musicoterapeuta y experto en grupos. En la actualidad trabaja en un Centro de Día gestionado por Fundación Manantial, en Madrid, como Psicólogo. Datos de contacto: emeza13enero@gmail.com / eameza@fundacionmanantial.org

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